Las nuevas tecnologías han favorecido el desarrollo de un campo que antes sólo era creíble en las películas de James Bond. Hoy en día, cualquier usuario puede fabricarse una instalación de seguridad para su hogar comprando los componentes en Internet. Paralelamente, los aparatos para localizar, identificar y rastrear personas también han sufrido un fuerte impulso y sus precios han descendido hasta ponerse al alcance del público. De este modo, lo que en ocasiones se emplea con la intención de proteger (a un menor o a una ciudadanía, por ejemplo) puede acabar convirtiéndose en un control obsesivo y excesivo.
Las nuevas tecnologías, sobre todo los sistemas de rastreo y localización basados en el satélite GPS, permiten a los padres saber en cada momento dónde están sus hijos, incluso dónde han estado en las últimas semanas. Una simple pulsera, un chip en el teléfono móvil o un dispositivo en el coche del hijo o hija, le revelarán a su progenitor las rutas que ha seguido, a las horas en que ha estado en cada sitio y la velocidad media y máxima que ha alcanzado en su desplazamiento.